Los sordos ya no hablan, nuevo libro del célebre escritor vallecaucano
Gardeazábal mete el dedo en las heridas de Armero
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El próximo 13 de noviembre se cumplen 35 años de la tragedia de Armero. El escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal acaba de publicar el libro Los sordos ya no hablan, en el que escudriña en los antecedentes de una tragedia que él mismo advirtió en sus columnas de opinión y que pudo evitarse.
Los sordos ya no hablan mezcla realidad y ficción en un apasionante relato en el que, aunque el lector conoce de antemano el desenlace fatal, los recursos utilizados por el escritor tulueño despiertan el afán de avanzar en la lectura para conocer más detalles.
Desde su finca, donde está confinado y desde la que a diario escribe y lee sus crónicas de un “enchuspado”, Gardeazábal habló de este libro, del covid-19 y de otros temas de la actualidad nacional.
¿Cuándo y por qué comenzó su interés por el volcán nevado del Ruiz y por Armero?
Desde cuando leí en la Universidad del Valle las crónicas de Fray Pedro Simón, quien relata la explosión del volcán de Cartago en 1598.
Las columnas de opinión que publicó sobre el tema prueban que usted advirtió la tragedia, pero en la novela se cuenta, además, que usted fue a Armero para informar sobre lo que pasaría, ¿eso es verdad o hace parte de la ficción del libro?
Es verdad, en Armero había un grupo de tulueños, el juez Aquileo Cruz, hijo del senador Nacho Cruz Roldán; Marmolejo, el gerente de la emisora; Yolanda Arango, la esposa del director del serpentario, y por los hermanos Pardo, los escritores del Tolima, tenía relación con Ramón, el alcalde.
¿Qué sintió cuando se dio cuenta de que su predicción sobre el volcán se había cumplido y Armero había desaparecido?
Me derrumbé, todavía me veo en mi cama de Alcaiz ese 13 de noviembre de hace 35 años oyendo las noticias de Chinchiná en la radio, cuando se oyó la explosión… En la radio no dijeron nada en el momento, pero sí supuse que ese ruido era del volcán.
Colombia no hizo un juicio de responsabilidades por el caso de Armero, porque se consideró un desastre ocasionado por la naturaleza, ¿usted, que investigó el tema, cree que debió hacerse ese juicio? ¿Quién o quiénes pudieron evitar la tragedia?
El juicio no se hizo porque una semana antes había ocurrido la masacre del Palacio de Justicia, porque hábilmente Germán Santamaría y El Tiempo generaron y vigorizaron el mito de Omaira, la niñita que no sobrevivió pese a haber quedado viva por 48 horas entre las ruinas de su casa, y porque 15 o 20 días antes el representante Hernando Arango Monedero le hizo un debate a Iván Duque Escobar, el padre del actual Presidente, que entonces se desempeñaba como ministro de Minas. Mire en Wikipedia la biografía del señor Duque y leerá lo que le dijo el doctor Arango).
¿Y qué responsabilidad se le podría atribuir al entonces Ministro de Minas?
Nunca supimos por qué no dotó de sismógrafos al Ruiz, y eso le tocaba a él.
¿Volvió a Armero después de la tragedia?
No, ni volveré.
¿Cuándo escribió este libro, cuándo lo publicó y por qué aceptó editarlo de nuevo?
Lo escribí durante mi primera alcaldía y lo publiqué en 1990, en julio se cumplieron 30 años. Y no tuvo eco porque mi alcaldía era más ruidosa que la obra del escritor que había dizque traicionado la literatura para meterse en política.
Usted siempre se ha quejado de advertir cosas que ocurrirán y que no le paren bolas, pero lo sigue haciendo, ¿por qué?
Para que cuando pasen convencerme que sí tenía razón y que no eran inventos ni del novelista ni del algoritmo.
Mezclando el pasado y el presente, la avalancha de Armero dejó 25 mil muertos, el covid-19 ha dejado hasta el momento más de 12 mil fallecidos en Colombia y una economía en crisis, ¿será esta una tragedia peor?
El estallido del Ruiz en 1985 no generó las consecuencias económicas que la peste del coronavirus está produciendo. El número de muertos puede hasta llegar a ser igual ante la incapacidad de encontrar el antídoto.
Usted fue el primero que protestó por el aislamiento para las personas mayores de 70 años por el covid, ¿cómo le ha ido con el encierro?
No he salido ni a la portada de la finca. Camino dos veces al día por los senderos que tengo construidos, en lo que me gasto 5 minutos en cada recorrido. Leo, escribo, cuido el jardín, alimento mis pájaros. Hablo por celular. Escribo WhatsApp. Lo único que me ha hecho falta son los almuerzos con tanta gente que desesperada usa el zoom para pedir mis opiniones sobre temas que se están volviendo muy delicados y que no son lo mismo manejados a través de una pantalla que cara a cara.
¿Volverá el mundo a ser el mismo después de esta pandemia o en qué cree que cambiará?
Mirar la historia nos enseña que los verdaderos cambios no los sentimos, eso es lo que nos está pasando con la sola cuarentena, de pronto estamos retrocediendo. Y cuando comience la crisis económica y tengamos que cambiar de dieta y solo se pueda comer arroz, papa y verduras de la tierra, porque no habrá cómo importar la comida, lo entenderemos.
¿Qué es lo primero que piensa hacer cuando se termine el aislamiento?
Ir al cementerio de Tuluá a visitar la tumba de mi madre.
Va a tener una sección literaria en Telepacífico Noticias…
Desde este domingo voy a comentar un libro a la semana desde acá, desde El Porce. Ya no se lee, pero quizás ayude a culturizar a quienes me vean en el noticiero de Telepacífico cada domingo en la noche.
¿Y para cuándo una obra inédita?
Volví a cambiarle el título, ahora se llama El papagayo tocaba el violín, pero se revolcó tanto lo del mercado de libros, lectores y librerías, que no sé si es mejor esperar más…
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Tomado de;
https: //occidente.co/cali/Gardeazabal-mete-el-dedo-en-las-heridas-de.armero /.
Una de las visitas que realizo el escritor Gustavo Álvarez Gardeazabal a Honda en el año de 1989. En 1985 nos había visitado (Foto Wilmer Cedano Rivera SWIN)
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