lunes, 25 de mayo de 2015

Honda, cuna de la literatura tolimense por Armando Moreno Sandoval

Armando Moreno Sandoval
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Si en algo se ha caracterizado el Norte del Tolima es por la palabra escrita. Pensar que tal o cual municipio es la cuna de la intelectualidad es, sin lugar a dudas, cosa de tontos. Todos los municipios a su manera, y de acuerdo a su tiempo social e histórico, han aportado su grano de arena. Recordar, por ejemplo, al poeta Diego Fallón, oriundo de Falán, es algo que nos llena de orgullo. Los críticos literarios coinciden en señalarlo como uno de los grandes poetas que dado la nación colombiana. 

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Ni que decir de los escritores, historiadores y poetas que dado el municipio cafetero de El Líbano. El escritor Carlos Orlando Pardo, entre chiste y verdad, decía que el municipio que tenía más escritores por metro cuadro era El Líbano. Para tener una idea de lo que ha dado esa tierra en materia de hombres de letras, basta recordar al intelectual, historiador y escritor Eduardo Santa y darnos así una idea de su grandeza.
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No obstante, si nos preguntáramos por el inicio de la literatura tolimense no cabe duda que más de un individuo pensaría que podría estar en el mismo Líbano. Desafortunadamente no es así. El Líbano es un municipio demasiado joven. El Tolima tiene otros centros urbanos cuya ocupación española datan casi desde hace medio milenio de años como son Honda y Mariquita.
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Esa temporalidad y ese estatus de pueblos mayores que da el peso del tiempo fue lo que permitió que Honda en el siglo XIX fuese un hervidero de ideas. Sorprende, y duele decirlo, que en el siglo XIX en el puerto de Honda circularan y se publicaran más periódicos que hoy en día. Una mirada desprevenida en la sala Anselmo Pineda de la Biblioteca Nacional nos lleva a corroborar que en Honda en el año de 1857 se imprimía y editaba “El Vapor”; que entre 1878-1879 existía el quincenal “La Voz del Tolima”; en 1879 “El Día” y que en 1899 se leían “El Gualí”, “El Salto” y “La Voz del Pueblo”. Tradición que por supuesto no se perdería con la llegada del siglo XX, pues para ese siglo, a comienzos de el, encontramos “El Motor”, un periódico que tenía la particularidad de difundir las huelgas que se llevaban en el Ferrocarril de La Dorada y en los buques a vapor que surcaban el río Magdalena. Pero, lo que más sorprende es que ese periódico lo hacían circular por todos los rincones del norte del Tolima bien sea a través del ferrocarril o el cable aéreo, o, a lomo de mula para los rincones más apartados.
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Esta tradición periodística e intelectual fue lo que permitió que en Honda, por cosas del destino, se diera luz a la primera novela que tenga noticia la narrativa tolimense. El profesor, escritor e intelectual Libardo Vargas —experto en historiografía literaria—señala que no bastó que allí se engendrara la novela sino que fuese también un hondano quien la escribiera. Se trata de José Antonio de Plaza, un personaje que además de haber sido escritor pudo intercalar este oficio con la de historiador y político. Pues, en 1829 ejerciendo el cargo de gobernador de Honda lo encontramos dando la orden para levantar de nuevo el puente sobre el río Gualí que había sido derribado por el terremoto de 1805.
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Para honrar su memoria sólo nos queda recordar que su novela “El oídor, romance del siglo XVI”, editada en 1850 y siete años antes de su muerte, es, hasta que no se demuestre lo contrario, la primera novela tolimense. Si bien, lo que hace Antonio de Plaza es recrear un triángulo amoroso entre el marido, la mujer y el enamorado, el merito está en que este escritor había hallado en la novela “El Carnero” de Rodríguez Freyle el filón que le sirvió para sacar el tema de su novela y que muchos años después los escritores colombianos tendrían en cuenta para desarrollar su narrativa. O, para decirlo sin tanto rodeos, que con el hondano José Antonio de Plaza se inicia la moderna narrativa colombiana.
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Tomado de:
http://letrasenelojo.blogspot.com/2008/05/honda-cuna-de-la-literatura-tolimense.html

Honda, en una obra de Fernando Vallejo

 Caratula del libro
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El escritor colombiano Fernando Vallejo, es considerado como uno de los grandes en América, por su estilo, para algunos posee un estereotipo que rayan lo vulgar, para otros un gran panfletario al estilo de José María Vargas Vila, pero a otros les parece divertido y muy juicioso en su prosa. Pero lo que nos trae a colación de la obra de Fernando Vallejo es la mención que él hace en su libro “El Cuervo Blanco”, Alfaguara. Bogotá. 2012, una impresionante narración sobre Rufino José Cuervo, un gramático quien siendo autodidacta, según Vallejo, un genio de la perfección del castellano. Transcribimos apartes en lo que refiere a esta ciudad.
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Fernando Vallejo
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“Salieron pues los dos hermanos de Bogotá a la una de la tarde después de un fuerte aguacero, y luego, a caballo, fueron rezando el rosario de las estaciones; Facatativá, Funza, Villeta; Guaduas, Pescaderías y Caracolí donde tomaron un vaporcito que los llevó por el río Magdalena hasta Barranquilla donde se embarcaron para Europa en un trasatlántico, el Amérique”. Pág. 94
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“No irían Uds, por Honda cuando ya el público decía que la cerveza había desmejorado”. Pág. 109
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“Partían las nobles cartas de El Havre, Saint Nazaire o Burdeos en trasatlánticos, desembarcaban en Sabanilla, Colombia, donde tomaban un vapor que las llevaba por el Magdalena hasta Honda, donde tomaban mula para subir a la altiplanicie y listo, aquí nos tienen en Bogotá la Atenas suramericana. Mes y medio. ¡Cómo no iban a guardar las cartas con semejante viaje!. Pág. 136
VALLEJO Fernando. El Cuervo Blanco. Alfaguara. Bogotá. 2012.
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jueves, 7 de mayo de 2015

Honda, en una obra de Tomás González

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 La obra del escritor colombiano Tomás González está dando mucho que leer, hasta el hecho que se ha convertido en un fenómeno literario de obligatoria lectura para principiantes y conocedores, no solo de Colombia sino en el mundo. Pero lo que nos trae a colación de la obra de Tomás es la mención que él hace en el libro “Para antes del olvido”, obra ganadora del 5 premio nacional de novela Plaza & Janes en el año de 1987, de la ciudad de Honda, y siendo respetuoso de su obra, transcribimos apartes en lo que refiere a esta ciudad.
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Envigado 1977. “Josefina, acostada en su cama, recuerda con vivacidad la remota imagen de tres sauces altos mecidos casi por la luz del sol (porque no había) balanceándose por siempre en aquella lejana tarde, cuando él la beso bajo su sombra. De Honda le llegaría después un poema en que se hablaba de un pomar y se mencionaban unas rosas que no hubo”. Pág. 13
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Río Magdalena, buque “Eloísa” 1913. “No había ser humano capaz de pasar cerca a Alfonso y no enredarse en una conversación pequeña o grande. Después de beber el brandy que le ofrecía el muchacho, el hombre silencioso y lejano de por sí, terminó contando que venía de Honda, donde había trabajado tocando valses vieneses, e iba para Medellín, donde esperaba encontrar trabajo en lo que fuera”. Pág. 18
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“El vapor subía despacio por el río. Se oían los pájaros haciendo bulla en la selva, se veían pasar bandadas de garzas blancas en medio de un inmenso atardecer. Estaban sentados en la cubierta mirando hacia el agua. Virginia Fábregas era grande y hermosa; tenía manos grandes, ojos grandes, dientes muy blancos  y unos senos grandes y seguramente muy blancos. Era directora de la farándula  española que se encontraba en Honda representando comedias picantes, y venía de Puerto Berrio donde había intentado un contrato para su grupo”. Pág. 19
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Río Magdalena, buque “Eloísa”, 1913. “Una vez sentados en el cómodo vagón de primera se sintieron momentáneamente felices. Sin embargo, a pesar del ajetreo, falsos arranques, marchas y contramarchas, el tren no decidía a partir. El perfume caliente que la señora Fábregas removía de su pecho con el abanico aletargó a Alfonso, que cayó dormido en el ancho regazo de la actriz. Más tarde un pasajero abrió un huevo duro y su aroma, hediondo y tropical, se mezcló con el de la española y le inundó el sueño con hálitos de pantano, flores corruptas e imágenes de iguanas y caimanes. Despertaría horas después despeinado, sin sombrero y con la cara arrugada y llena de sudor. El tren estaba en Honda.

Alfonso y la señora Fábregas se alojaron en el Hotel América, donde se hospedaba el resto de la farándula. Los actores vieron entrar a Virginia con un jovencito alto, de frente amplia, muy seguro de sí mismo. Las actrices menores cuchichearon. Virginia Fábregas lo presentó como periodista montañés y las actrices, con cierto revuelo pues conocían a su directora, comentaron sin rodeos la impresión que les daba el muchacho. Se oyeron expresiones con acento de ultramar; “¡Pero que guapo está!” “¡Vaya, que Virginia se las trae!”, pero Alfonso no tambaleó ante el cerrado examen. Con movimientos de hombre de mundo hizo su reservación, se despidió de la Compañía y subió con la maleta a la habitación. Llevaba en el bolsillo un boleto de cortesía para la función de la noche”. Pág. 33
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“La representación se llevó a cabo en un teatro caliente que olía a polvo y madera. Cuando aparecieron las primeras actrices, el pueblo, que estaba agolpado atrás, en el gallinero, se puso obsceno y gritón e hizo reventar una pequeña pelea a botellazos que la policía debió aplacar con alguna violencia. Alguien soltó un chiste en voz alta y el teatro entero se rio. Todo finalmente se calmó y comenzó la obra”. Pág. 34 
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.GONZALEZ Tomás. Para antes del olvido. Plaza & Janes. Bogotá. 1987
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 Tomás González es uno de los narradores colombianos más prestigiosos. Foto: León Darío Peláez / Semanahttp://www.semana.com/cultura/articulo/parricidio-frente-al-mar/358288-3