sábado, 13 de noviembre de 2021

René el barítono (cuento) Por Tiberio Murcia Godoy*


 

Parado sobre Le pont de Bir-Hakeim, Rene observa pasar las aguas del río Sena cerca de la torre Eiffel en Paris, recordando que de niño hacia lo mismo en el puente Navarro en su tierra natal, viendo pasar las aguas turbias del río Magdalena. 

Sus primeros pasos los dio en el puerto de Arrancaplumas, donde la algarabía y el grito constante de los braceros, que cargaba o descargaban los barcos a vapor que bajaban o subían de Girardot o Ambalema hacia Honda y viceversa. 

Con el permiso de sus padres, frecuentaba el puerto, en donde funcionaban las bodegas Municipal, Nardo y Lindemeyer, allí los braceros constantemente traían o llevaban la carga del barco que arribaba, o el barco que zarpaba. Y cerca había dos tiendas, una del viejo Franklin donde arrimaban los viajeros o comerciantes, y la de Cardozo que atendía a los diversos braceros que laboraban en el puerto. 

En la tienda de Franklin se escuchaba música clásica, donde Beethoven, Chopan entre otros artistas europeos relucían. Donde Cardozo se escuchaba Alci Acosta, la sonora matancera, la cual era acompañada de un refresco bien frio. 

René prestaba atención, donde Franklin, todo pausado, los asistentes no escuchaban la música, la meditaban, y sobresalía un trago de licor de color amarillo y un buen habano. Donde Cardozo bullicio, carcajadas, insultos iban, insultos venia, entre cerveza ancla y bocanadas de humo del tabaco ambalemuno. 

Así de tarde en tarde, porque en la mañana estudiaba en la escuela Arrancaplumas del barrio Pueblo Nuevo, Rene prestaba atención del ajetreo diario. A veces se le olvidaba acompañar a sus pequeños vecinos y compañeros de aula, cercanos a Playa de Brujas, Pueblo Nuevo y Arrancaplumas, a jugar pelota, vuelta a Colombia, ponchado, tres pies, cucli o rueda. 

Por cosas del destino sus padres se trasladaron de barrio, dejaron el bullicioso puerto de Arrancaplumas, para trasladarse a la calle de El Remolino, o como decía su vecina Doña Gloria a la calle de Tenerife, vía con mucho movimiento entre los puertos de Caracolí y Arrancaplumas, donde constantemente se veía pasar las bestias, mulas y los pequeños camiones con la carga que a veces iban para el norte o a veces iba para el sur. 

El nuevo vecindario era acogedor, cerca estaba la escuela de las señoritas Ternera, y un poco más abajo el colegio del señor Chacón. En medio de la escuela y el colegio estaba el pasaje Gutiérrez, un pequeño conjunto residencial cerrado, donde vivía el señor Francisco Echeverri, quien era el gerente de la compañía fluvial colombiana, y que años más tarde un compositor lo inmortalizo con el   tema Pachito Eche. 

René, recorría el nuevo sector, el cual tenía cerca una cárcel llamada la ciega, esta era lúgubre y espantosa, donde los presos para ver el sol, tenían que encaramarse sobre los hombros, uno del otro para disfrutarlo un poco. Los presos tenían miedo que llegara la noche, porque salía el fantasma del guardián que murió cortado cuando se afeitaba. Narran que cuando pasaba un vehículo frente a la cárcel, una de sus ruedas se soltó, y tal era la velocidad que cogió la llanta, que esta subió hasta el segundo piso donde él guardián se afeitaba, golpeándole en la mano que tenía la barbera, cortándole la garganta, lo cual le causó la muerte.  

Frente a la cárcel estaba el parque donde sobresalía un gran obelisco y el cual daba nombre a la plaza de la Independencia, evocando a todos aquellos héroes de Honda y la región que participaron activamente en estas luchas independistas como Alejo Sabarain, José León Armero y otros héroes que quedaron en el anonimato porque cayeron lejos de su terruño. Había unas bancas donde René se sentaba, dando la espalda al norte, poniéndose de frente a la bella ermita de Nuestra Señora de El Carmen, la cual estaban demoliendo de tramo en tramo, para construir una nueva que pintaba estilo semigotico. 

Allí, en la ermita del Carmen, templo donde funciono desde 1565 la Capilla de los Franciscanos, y un 24 de agosto de 1620, los jesuitas instalaban la iglesia parroquial de San Bartolomé de Honda hasta cuando fueron expulsados no solo de la ciudad, sino de toda la Nueva Granada. René escuchaba impávido un coro casi celestial, que acompañaba la misa de domingo, y en la cual participaba un buen grupo de fieles a la Virgen. 

Y empezó René a frecuentar el templo, y asistir sagradamente a misa, solo por el placer de escuchar la voz de los jóvenes que exaltaban el ángelus y otros temas con gran devoción. Esto le motivaba y quería estar en el coro del templo, por lo cual inicio a practicar en el solar de su casa, recibiendo sus padres las continuas quejas de los vecinos, solicitándoles que no le pegaran al niño, cuando lo que él hacía era practicar a todo pulmón, porque eso sí, se propuso a estar en los coros de la Iglesia. 

Luego de practicar y practicar, solicito al padre Jaramillo, que lo incluyera, lo hizo con tanto garbo, entusiasmo, gusto y entonación, qué el padre quedo perplejo, y no lo dejo en los coros, sino entonando en unisonó bellos cantos celestiales. Cantaba como un gran barítono Algunos llegaron afirmar que muchos no iban a la santa misa, sino solo a escuchar a René cantar. 

Rene Gamboa Barbosa, felicitaciones en sus 83 años.-

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*Miembro del Centro de Historia de Honda

Docente Investigador Institución Educativa Departamental Puerto Bogotá

Playa de Brujas (hoy Pueblo Nuevo), 1 de septiembre de 2020

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